Terminé la anterior entrada comentando que cuando surgen en las tribus: los guardianes del fuego o los brujos (entendidos como los expertos en plantas medicinales), el hombre comienza a preguntarse el por qué de los hechos.
Cuando algunos seres humanos tienen tiempo para aburrirse, tras cubrir sus necesidades básicas, y sobre todo gracias al sedentarismo, la evolución de su cerebro les dota de la capacidad de predecir el futuro. No piense en brujos, ni magos, el acto era muy primitivo.
Cuando los días comenzaron a pasar rutinariamente, empezaron a percibir que algunos fenómenos se repetían. Esto dio lugar a que fueran capaces de predecir, el sistema lo fue perfeccionando el ensayo-error (podríamos definirlo como pre-ciencia).
Pero la capacidad del cerebro no quedó ahí, fue capaz de crear la abstracción; es decir, imaginaron situaciones reales, y mediante las ideas hacían previsiones.
Quizás en la actualidad, y debido a los excelentes resultados que nos dio la abstracción, nos hemos quedado en ella. Llegaría a decir que habitamos en ella la mayoría del tiempo.
Hemos aprendido a vivir en el mundo de las ideas. Y hemos hecho de esta vivencia una realidad; pero la sabiduría que nos recuerda ésto ha sido destruida muchas veces, por lo que los seres humanos que nacen actualmente sólo conocen este modo de vida. Y actualmente el nivel de abstracción es tanto, que la separación con la realidad de la que procedemos es abismal.
Nos hemos perdido intentado descifrar el por qué del por qué.
¿Cómo somos capaces de vivir en la abstracción sin darnos cuenta de la realidad?
El mito de la caverna de Platón nos muestra una buena explicación.