SALUDOS

Intenté esconder mi "ego". Después pasé a ser "observador"; y ahora soy "INTÉRPRETE".

Consecuentemente toda opinión dada, es una visión muy particular y concreta.

No la tome como cierta, ni falsa; simplemente es, otro punto de vista.

¿QUÉ HORA ES EL MUNDO?

lunes, 7 de diciembre de 2009

2 MESECITOS Y 12 DÍAS

Es curioso el mundo de Internet. Cuanta cantidad de información, que variedad. Ya tengo 2 mesecitos y 12 días desde mi creación. Pones en el buscador lo que te interesa y sale un índice larguísimo. Al relacionarse por palabras, la mayoría de las entradas no te sirven, se echa muchísimo tiempo. Tiempo que se deja de ir a un parque, disfrutar con los amigos, respirar aire puro; en definitiva conectar con la vida.
Me gusta comparar Internet con una ventanita, por la cual puedo asomarme al mundo distante, y distinto en el que vivo y me relaciono. ¡Es algo increíble!
Conocer distintos pensamientos, e incluso culturas. Pero si nos fijamos bien en los escritos, observaremos que en esencia todos somos muy parecidos. Nos alegramos, sufrimos, tenemos ilusiones y desilusiones, aunque en distintos momentos de la vida.

jueves, 3 de diciembre de 2009

VA OLIENDO A NAVIDAD

Se acercan las fiestas Navideñas. Me son gratas estas fiestas por la esencia tan entrañable que tienen.
Pero la han convertido en un comercio, puede alguien responderme.

Completamente cierto. Pero no sé si existe o son sólo sensaciones mías: Tengo el frío, las tiendas con luces multicolor, el calor de la estufa (aunque ahora sea eléctrica), el olor de algún día lluvioso, asociados a calor de hogar, humanidad positiva, bondad, algo mágico en el ambiente; no sé explicarlo bien. Respiro algo que desde hace tiempo me pregunto por qué no durará todo el año.

Quizás esa sensación es lo que denominan “sentimientos humanos”. A mí me gustan. Poder confiar, creer que todos vienen con buena intención, que no hay maldad, que los fallos son errores cometidos inconscientemente.

Es cierto que en esta vida hay que ir con “pies de plomos”. Pero voy conociendo a “buena gente”, un grupo selecto de personas. Quizás, eso también sea hermoso, intentar buscar a la buena gente, a la gente de bien.

Os dejo con un texto que me llamó la atención:

LAS CANICAS ROJAS

Durante los duros años de la depresión, en un pequeño pueblo de Idaho (EE.UU.), yo solía parar en el almacén del señor Miller para comprar productos frescos de granja.
En aquella época la comida y el dinero faltaban. Un día me fijé en un niño pequeño, de aspecto delicado, con ropa raída pero limpia, que miraba el cajón de los guisantes frescos. Me atrajo su aspecto y no pude evitar escuchar la conversación entre el señor Miller y el niño:
– Hola, Barry, ¿cómo estás hoy?
– Hola, señor Miller. Estoy bien, gracias. Miraba los guisantes. Tienen buen aspecto.
– Sí, son muy buenos. ¿Te gustaría llevar algunos a casa?
– No, señor, no tengo con qué pagarlos.
– Bueno, ¿qué tienes para cambiar por ellos?
– Lo único es esto: mi canica más valiosa.
– ¿De veras? ¿Me la dejas ver? Mmm… el único problema es que ésta es azul y a mí me gustas las rojas. ¿Tienes alguna como ésta, pero roja? Mira, hagamos una cosa: llévate esta bolsa de guisantes y la próxima vez que vengas enséñame la canica roja que tienes.
– ¡Claro que sí! Gracias, señor Miller.

La señora Miller se me acercó y, con una sonrisa, me explicó: “Hay dos niños más como él en nuestra comunidad, todos muy pobres. A Jim le encanta hacer trueques con ellos por guisantes, manzanas, tomates… Cuando vuelven con las canicas rojas, y siempre lo hacen, él decide que en realidad no le gusta tanto el rojo, y los manda a casa con otra bolsa de mercadería y la promesa de traer una canica distinta.
Un tiempo después me mudé a Colorado, pero nunca me olvidé de este hombre, los niños y los trueques entre ellos. Pasaron varios años, volví a visitar a unos amigos en este pueblo y me enteré de que el señor Miller acababa de morir. Esa noche era su velatorio y decidí acercarme. Observé que, entre la gente, había tres hombres jóvenes. Uno llevaba un uniforme militar; los otros dos, trajes elegantes. Se acercaron a la señora Miller, la abrazaron, la besaron, conversaron brevemente con ella y luego se acercaron al ataúd.

Yo también me acerqué a la señora Miller, le recordé quién era y lo que me había contado años atrás sobre las canicas. Ella me dijo: “Esos tres jóvenes son los tres chicos de los que te hablé. Me acaban de decir cuánto agradecían los trueques de Jim. Ahora que él ya no podía cambiarles las canicas, vinieron a pagar su deuda. Nunca hemos tenido riqueza, pero ahora Jim se consideraría el hombre más rico del mundo”.

Levantó los dedos sin vida de su esposo: debajo había tres canicas rojas muy brillantes. Y es que no seremos recordados por nuestras palabras, sino por nuestras acciones.

Texto enviado por Patricia a la revista AR en noviembre de 2006