Cuando hablamos en términos primarios, donde la supervivencia se basa en la comida carnívora, a la presa sólo le quedan dos salidas: la lucha o la huida. Siempre escoge la huída (que no tiene nada que ver con la cobardía, aunque muchos humanos lo interpretemos así); si no tiene escapatoria no le queda más remedio que luchar. Pero gracias a la vida social de muchos animales; pongamos por ejemplo: la jerarquía en una jauría de lobos, surge otra opción: LA RENDICIÓN. La rendición, se puede considerar una pérdida en la lucha, donde el perdedor no pierde la vida. Esto conlleva a una mayor supervivencia de la especie. El derrotado sigue perteneciendo a la sociedad, y la comunidad no pierde a uno de sus miembros que en un futuro puede ser útil en la defensa del grupo. En este caso, la lucha no es por comida sino para conseguir mayor estatus en el grupo. La base sigue siendo la lucha por la supervivencia, pero la pérdida de vida es simbólica. En el caso humano esta rendición ha pasado a ser ACEPTACIÓN. En muchas luchas dialécticas, observamos como dos oradores enfrentados luchan por tener la razón, y sólo tienen en mente el salir victoriosos. Por ello, se puede llegar a calumniar, insultar e incluso mentir. Son luchas ancestrales como comento al principio. Pero ya va siendo hora, que en muchas discusiones se contemple el término rendición; en la cual el orador vencido comprende que sus argumentos no son aplicables al momento en que los presenta. Se rinde; es decir, acepta que esos argumentos pueden ser válidos en un futuro o que contienen errores que hay que corregir. Ante una sociedad competitiva esta actitud no es de las más valoradas. Pero cuando vamos conociendo a personas respetables que nos parece que todo le ha ido bien en la vida; y sabemos que su camino no ha sido siempre de “color de rosas”; comprendemos que la vida está llena de aciertos y errores y que una buena opción es aprender de los errores. Terminemos con un poco de humor: Dos amigos se encuentran en la calle y uno le pregunta al otro: -¿Tú no haces footing? -No, porque el correr es de cobardes.
Leyendo al divulgador científico español, Eduard Punset; me encontré con una frase ingeniosa ante la pregunta ¿Qué somos? “Somos cromosomos”. Desde el descubrimiento de los cromosomas, que se encuentran en el núcleo de la célula. La esencia de nuestro ser, se ha hecho más observable. Gregor Mendel, monje austriaco descubridor de la herencia genética, observando colores y rugosidades (en la piel de guisantes o arvejas) y su transmisión a sus descendencias. Abrió las puertas a una nueva ciencia denominada “genética”. Desde entonces la genética se encarga de descubrir aquellos patrones innatos que son transmitidos por los progenitores. Si nos referimos a la esencia de nuestro ser; estos patrones nos hacen ser como somos. Donde mejor podemos observar este hecho es en la evolución del recién nacido hasta los tres meses de edad. De ahí que me guste tanto la expresión de Punset. ¿Por qué nos cuesta tanto descubrir cómo somos? Porque este ser llegado al mundo comienza a interaccionar con su alrededor, y posee un órgano adaptado a la supervivencia de la especie, llamado cerebro. El cerebro no es sólo una recopilación de aprendizajes innatos o naturales, viene preparado para adaptarse a un mundo en continuo cambio. Y esto lo consigue mediante el aprendizaje no condicionado. En este aprendizaje la sociedad en la que se encuentra tiene mucha influencia. SOMOS CROMOSOMOS cuando comenzamos a vivir. Mediante la interrelación con nuestro medio ambiente nos convertimos en organismos más adaptados, dando una variedad bastante compleja. Si nos observamos desde nuestra esencia somos bastante simples. Si nos observamos ahora, la complejidad es abrumadora porque somos organismos evolucionando constantemente; de ahí, que nos cueste tanto descubrirnos, nuestro cerebro es maravilloso, pero limitado.